Apenas el pasado martes la volví a ver. Delgada y hermosa como siempre. Su sonrisa sincera y blanca como la luna de octubre. Me habló de sus temores y sus amores, de su futuro ligándolo al mío. “Tienes muchos compromisos”, me espetó. Es algo que desde hace mucho he pensado, pero jamás me lo habían dicho así, de tajo. Se refería a los compromisos financieros, esos que lo dejan a uno con unos cuantos pesos en la bolsa y que impiden una vida medianamente buena. Y sobre todo a los reporteros. Nuestra actividad es tan satisfactoria en lo personal como ingrata en lo público. Para poder desempeñar un papel más o menos bueno, hay que invertir en telefonía, sacrificar tiempo familiar y hasta arriesgar la salud física y mental. Pero pocas cosas nos pueden llevar a tener experiencias tan impensables para el resto de la población. Hemos podido oler a un cuerpo putrefacto que fue abandonado en un canal de la región. Tenemos acceso directo a los principales líderes de nuestras comunidades. Podemos, con nuestras plumas, cambiar el rumbo de la historia. Sí, pero a un precio demasiado alto. Por eso cada vez hay más egresados de las carreras de comunicación que se dedican a otras actividades, principalmente en las oficinas de prensa de los gobiernos y sus agencias públicas. Me imagino que ser nombrado para cualquier puesto público de alto rango debe ser una ayuda bastante buena para las arcas personales. Y no porque se tenga que hacer algunos desvaríos ilegales para llenarse los bolsillos con dinero, sino por los ingresos que representan, sobre todo a nivel federal. Pero hay algunos a los que personalmente no aspiraría, o lo haría con ciertas excepciones. Por ejemplo, las direcciones de comunicación social. A nivel federal, el salario mensual oscila entre los 119 mil y los 192 mil pesos, en el Ayuntamiento de Mexicali es de unos 40 mil, en el gobierno del estado de Sonora anda por los 34 mil pesos y en el mismo puesto del gobierno elorduyista es de casi 67 mil pesos. Para quien anda, como se dice, ‘por la calle de la amargura’, un puesto de este tipo les viene como perlas, ya que los saca del error y la pobreza cuando menos de manera temporal. Mientras se desempeñe una labor regular, la posición está asegurada. Máxime si se alcanzan las mieles del poder a través de algún padrino con la suficiente fortaleza para evitar irse directo al desempleo. Entre las funciones del titular de comunicación se encuentran el proporcionar información a la comunidad gobernada sobre las actividades que realiza el mandatario en turno, analizar la situación en la que se encuentra la imagen del gobernante y realizar campañas publicitarias con recursos del pueblo. En esto último es donde me resulta sumamente imposible aspirar a un puesto público de este tipo. Nada más en Baja California, Alejandro Caso, titular de Comunicación Social del Gobierno de Baja California se gastará 65 millones de pesos en publicidad para este 2007. Esto representa un incremento de casi un 50 por ciento con respecto a la partida del año pasado. La intención es apuntalar la imagen de Eugenio Elorduy y ayudar inconscientemente a los candidatos panistas a puestos de elección popular durante los comicios del 5 de agosto. En California, como en muchos otros estados de la Unión Americana, esto no se permite, salvo en raras excepciones y que representen en realidad un servicio al público, como campañas de salud y educativas. Los recursos que en México se destinan a llenar las páginas de los diarios o alcanzar las ondas radiotelevisivas bien podrían emplearse en servicios públicos necesarios entre los 50 millones de pobres que hay en el País. Por estos motivos preferiría abstenerme de ocupar un puesto de tal magnitud. Preferiría dedicarme a una taquería de mi propiedad, que me deje ganancias mínimas sin perder a quien hoy se ha robado mi corazón. |
Blog dedicado al análisis de información y comparación de asuntos fronterizos entre México y Estados Unidos.
Thursday, January 18, 2007
SEÑOR DIRECTOR
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