A la deriva la encontré en el abandono total. Desarticulada, al borde del caos. Su alma herida de muerte. La tristeza inundaba su alma Como agua en el mar ella era amor sin dueño. En la piel cargaba tatuajes del ayer secuelas del ultraje. Su mirada melancólica dejaba ver dolor y pena. Adopté su dolor, bebí sus lágrimas amargas. De comer le dí a su cuerpo hambriento de ternura. Con aguas alegres terminé con su sed, bañé su mente. Medicina de amor curó sus llagas sin color. Extraje su pena con humor. No hubo más necesidad de secar sus ojos. En mí encontró refugio. Escondite en la batalla. guarida y consuelo. Exilio en el desamor. La amé, la amo. La cuidé, la cuido cual figura de cristal frágil y hermosa. De descanso un día su mano entregó. Con el corazón abierto dimitió al tirano y se rindió ante mí. Rodó el llanto otra vez. De regocijo se llenó y entre alegría y tristeza, su cuerpo delgado lloraba por el hoy y el ayer. Sus brazos se prendieron de mi ser como náufrago que encuentra un madero en la mar. Con timidez profunda o vergüenza, que dijo sentir estampó su beso para empezar a escribir esta nueva historia. |
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Friday, November 03, 2006
A la deriva
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