
Apenas había cruzado el tiempo la línea divisoria entre un año y otro.
Los mexicanos, y en especial los bajacalifornianos, se desayunaban tras la juerga del Año Nuevo la noticia del momento: el Presidente (ilegítimo para unos, constitucional para otros), Felipe Calderón, hizo que su gabinete de seguridad, le anunciara a los criminales que iban sobre ellos en Tijuana, repitiendo el operativo que realizaba la federación en el estado de Michoacán de Ocampo.
Según lo que dijeron el procurador y cuatro secretarios de estado, miles de agentes llegarían a la ‘coqueta’ ciudad para arrestar a los delincuentes peligrosos y traerle seguridad a los tijuanenses.
La percepción en ese entonces fue que el gobierno federal, estúpidamente, le dio a los criminales el pasaporte inmediato para tierras medianamente lejanas.
Al unísono, tanto el Alcalde de Mexicali, Samuel Ramos, como el Gobernador de Sonora, Eduardo Bours, dijeron muy claramente que dejando olvidadas otras partes de la región, se daría el llamado ‘efecto cucaracha’.
Con el asesinato reciente de varios agentes policíacos en la tierra de la machaca y las tortillas sobaqueras, se demostró lo que Bours Castelo predijo a principios del año.
Esta movilización militar en Tijuana originó una serie de descalificativos y acusaciones entre el gobierno municipal del ‘chapulín’ Jorge Hank y sus contrapartes estatal y federal.
Y si en la cúpula la situación era ríspidan, en la base era mucho peor. Así de descoordinado estaba este operativo.
Gracias al ‘efecto cucaracha’, en la capital de Baja California también se han intensificado, aunque con menor grado, los asesinatos y los secuestros.
Según los gobiernos federal y estatal bajacaliforniano, el Operativo Tijuana está dando resultados.
Sin embargo, uno y otro dan cifras totalmente dispares.
Mientras en anuncios televisivos, la federación dice que con la llegada de sus policías se han confiscado miles de toneladas de dro-gas y arrestado a peligrosos delincuentes, el gobierno elorduyista indica que han sido en realidad millones de dosis las que se han asegurado.
Lo más importante, de acuerdo al discurso oficial bajacaliforniano, es la disminución de la sensación de inseguridad que la población percibe.
¿Será acaso eso suficiente?
Para terminar de verdad con la delincuencia, no, ya que lo que se requiere es un mayor trabajo de inteligencia.
Sí, inteligencia.
Similar al desarrollado por un centenar de agencias policíacas de Estados Unidos para hacer caer a la banda criminal encabezada por Víctor Emilio Cázarez Gastélum.
Miles de toneladas de narcóticos a través de una red extensa de distribución en 23 estados de la Unión Americana era el negocio de este hombre, quien ha recibido apoyos del programa ganadero de la Secretaría de Ganadería, Agricultura y Desarrollo Rural, para alimentar 300 cabezas de ganado en Badiraguato, Sinaloa.
En tan solo dos años, de acuerdo a la DEA (cabeza de la investigación contra la organización criminal), Cázarez Gastélum logró consolidar este imperio de las drogas.
Tal parece apuntar que esto se debe al debilitamiento del Cártel de Tijuana y el reforzamiento del grupo de Ismael ‘El Mayo’ Zambada en la región.
Poco a poco, los policías e investigadores descubrieron la extensa red de Cázarez Gastélum, sus cómplices y formas de operar.
Mientras la Oficina de Protección Aduanal y Fronteriza analizaba este desmedido aumento en la confiscación de enervantes en las garitas californianas y arizonenses, la Patrulla Fronteriza detenía un día sí y otro también varios cargamentos en sus retenes y en pleno desierto.
Paciente y sigilosamente, los agentes fueron armando el rompecabezas de la organización, hasta dar con los principales cabecillas de la misma e iniciar la captura de los empleados de la organización.
Desde tempranas horas del miércoles 28 de febrero, decenas de agentes en todo el País acudieron, con orden de aprehensión en mano, a los lugares desde donde operaba la organización: desde California hasta Nueva Inglaterra, donde entregaban la cocaína colombiana, la cual previamente había cruzado (sin problemas) por centroamérica y México.
De este lado, no hubo filtraciones a la prensa, salvo el mismo día del arresto, a algunos seleccionados medios de comunicación.
Tampoco se anunció que se iba a llevar a cabo el Operativo Emperador Imperial, el cual no causó molestias entre el procurador californiano, Jerry Brown, el estadounidense, Alberto Gonzales, o el de Imperial, Gilbert Otero.
Todos, de manera coordinada y sin aspavientos, lograron asestar un duro golpe al narcotráfico local. Claro está que, como es la costumbre, nuevos miembros integrarán esta organización para seguir supliendo la demanda de drogas en los Estados Unidos, país adicto hasta al petróleo.
Lo que es una realidad es que cuando se quiere, se pueden hacer las cosas, sin mucho alboroto ni gastando en publicidad el dinero del pueblo.
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