Thursday, July 17, 2008

Tarifas


Hace unos dos meses, por mero pragmatismo, preferí tomar el camión para ir a trabajar.
Por comodidad y eficiencia, dejé pasar el autobús viejito y esperé unos minutos para abordar el refrigerado que pasa por la esquina de mi casa.
Al subir a la unidad, pagué con un billete de 20 pesos y el chofer, sin dudarlo, me devolvió 12.50.
La tarifa que pagué fue la regular. Pero cuál va siendo mi sorpresa que el camión no llevaba prendido el aparato de refrigeración.
No reclamé. Lo que menos buscaba esa mañana era empezar el día con un malestar estomacal y psicológico.
Varias cuadras adelante, pude probar el dulce sabor de la venganza. Una mujer tomó el autobús y le pagó menos de lo que se debe.
El chofer, sorprendido, le dijo que le faltaba dinero. La mujer le cuestionó sobre la tarifa y fue ahí donde intervine.
“Si no traes prendida la refrigeración, tienes que cobrar menos”, le espeté al conductor. Ya enojado, el chofer buscó a como pudo prender el aparato, pero éste parecía no funcionar.
Cabe decir que situaciones como ésta son más comunes en el transporte público de Mexicali de l que se piensa.
Luego vino el cruce de la garita y la búsqueda de otro transporte para llegar hasta El Centro.
Una de las opciones habría sido el IV Transit, subsidiado con 5 millones de dólares, el cual apenas cuesta 1 dólar, pero que tarda alrededor de una hora para llevarme a mi destino.
Pude utilizar uno de los ‘raiteros’, taxistas chocolate quienes se apuestan al cruzar la garita, pero que cobran elevadísimas tarifas por llevar al usuario fuera de la ciudad.
Por ello, tuve que tomar el privado Número Uno. Fui de los últimos en comprar el boleto de abordar (cuyo costo es de dos dólares), por lo que me vi forzado a ir de pie.
Además, el camión no llevaba refrigeración. El calor era insoportable.
Como el ratón, ya no quería queso, sino salir de la trampa.
Mi trayecto en total fue de más de dos horas y el costo de casi tres dólares. Eso nada más en un sentido.
Al finalizar la semana anterior, los cachanillas nos fuimos a dormir con la sorpresa de que el “Gobierno de Mexicali” (¿qué no es Ayuntamiento?), aumentó las tarifas del transporte público un 20 por ciento.
Si los usuarios tienen suerte y la unidad que abordan lleva la refrigeración encendida, tendrán que gastar mil 560 pesos más al año de tomar cuatro camiones al día.
En los otros, por la misma cantidad de viajes el alza en las tarifas llevará al usuario a decirle adiós a mil 40 pesos anuales.
Quizá no suene mucho dinero para algunos lectores pudientes, pero para la clase trabajadora representa una muy buena parte de sus ingresos.
Aparte, hay que tomar en cuenta el alza en los alimentos, que le pega y bastante fuerte al proletario mexicano.
Pero para que el lector haga más corajes, resulta que las autoridades del condado de Imperial tienen entre manos un proyecto para también subir la tarifa del transporte público de 1 a 1.25 o quizá hasta a 1.50 dólares por viaje sencillo entre varias zonas (como por ejemplo, en caso de ir de Caléxico a El Centro o Brawley).
El servicio de transporte público para personas discapacitadas y ancianos verá aumentado también su precio, de acuerdo a un estudio realizado por una empresa y al cual se puede accesar por Internet.
Esto significa que el golpe para los residentes transfronterizos será por partida doble.
Pero más allá del efecto económico para la clase obrera de nuestra región, hay otros puntos a considerar.
El alza en los precios, aunado a lo deficiente y la inexistente conexión de los sistemas de transporte en Imperial y Mexicali, evitará que más personas dejen sus vehículos en casa y empiecen a circular en camión, como ocurre en muchos lugares.
Así, el altísimo nivel de contaminación por partículas de materia que se da en la cuenca del Río Colorado, seguirá inevitablemente igual, manteniendo su efecto en el resto de la población que padece alergias y otras complicaciones respiratorias.

Propuesta…
Que los panistas en el Cabildo de Mexicali pretenden ir más allá y, además de prohibir usar el teléfono celular mientras se maneja un automóvil (emulando a los californianos), pretenden evitar que el ‘viejerío’ vaya maquillándose en los vehículos.
Por lo pronto, la nueva ley californiana parece que no ha tenido el efecto esperado, cuando menos en el Valle Imperial, donde a diario los conductores siguen usando la telefonía celular mientras manejan.
Y mientras, la policía, igual que en otras partes, le hace al Tío Lolo.