Thursday, November 30, 2006

BLANCO ORNELAS


El jueves 23 de noviembre, falleció el periodista, Jesús Blanco Ornelas, en la ciudad de Tijuana. Cierto.
Falleció luego de sufrir un problema en el pulmón que se le complicó días antes de su fallecimiento, según la versión de Zeta. No fue, de acuerdo al semanario tijuanense, por el cáncer que padecía desde tiempo atrás.
Como todos, Blancornelas era criticado por unos y alabado por otros.
Hubo quienes se atrevieron a asegurar que creó escuela periodística en Baja California.
Yo lo dudo, no por el legado del periodista, sino porque no existen tales escuelas, desde mi óptica. La práctica de esta profesión tiene reglas muy claras, tanto en la redacción y la investigación como en la ética, principios que todos debieran seguir.
Sin duda, don Jesús se apegó a dichos principios, lo que llevó a que su labor fuera reconocida en México y el mundo.
Durante muchos años, desde la muerte de Héctor ‘El Gato’ Félix, acusó directa e indirectamente al ahora alcalde de Tijuana, Jorge Hank, de ser el presunto asesino intelectual.
También se dedicó en vida a denunciar las excentricidades y violaciones a las leyes del mismo Hank, hoy en la antesala de la gubernatura estatal.
De ahí que el alcalde tijuanense haya declarado: “no lo voy a extrañar”, cuando se le pidió un comentario sobre la muerte de Blanco Ornelas.
Al fallecido periodista se le considera pieza fundamental para el triunfo panista en 1989, y la llegada del conservadurismo al poder nacional.
Las encuestas que pronosticaban la derrota priísta y sus entrevistas con los candidatos de la oposición, además de las campañas políticas que emprendió el panismo, contribuyeron a la debacle del otrora invencible partido político.
En ocaciones certero, en otras publicando cosas muy alejadas de la realidad, Blancornelas me dejó en una ocasión un amargo sabor de boca. Sobre todo por su terquedad y obstinación con “su verdad”, sin permitir la corrección de datos equívocos.
Fue hace años, cuando militares llegaron a las instalaciones de la Academia de Policía en Tecate para arrestar a 16 agentes que, presuntamente, estaban involucrados con el crimen organizado.
Se hizo un escándalo de mayores proporciones.
Convocaron las autoridades a varias decenas de agentes para despistar.
Por supuesto, los medios de comunicación no tuvieron acceso directo, en primera instancia, a lo que ocurría en el interior del edificio.
Los supuestos malos agentes fueron llevados en un convoy especial.
Por la tarde, televisión y radio daban cuenta de lo ocurrido en la zona montañosa del estado. Al día siguiente, los diarios harían lo mismo.
En ese entonces, Zeta no se quedó atrás.
Cual fue mi sorpresa al ver en su portada las fotografías de los 16 detenidos. Mejor dicho, de los supuestamente detenidos.
Una de las imágenes correspondía a un empleado de menor jerarquía dentro de la estructura organizacional de la Academia.
El nombre, me lo reservo. Es más, su nombre nunca apareció en la lista de detenidos. Estaba completamente libre y sin culpa, salvo en la versión de ZETA.
A este empleado llevo conociéndolo desde que juntos compartimos las aulas en la primaria. Continuamos por la secundaria y un par de años en la preparatoria.
No hace falta decir que mi amigo resultó ser inocente, pues jamás fue detenido por las autoridades, dado que solamente se dedicaba a desempeñar una labor de apoyo computacional para la instrucción de quienes ahora cuidan las calles de Baja California.
La exposición de Blancornelas en Zeta de estos ‘detenidos’ nos dejó atónitos. Mi amigo apeló a su derecho de réplica y exigió una rectificación por parte del fallecido periodista.
“Esas fueron las fotos que nos mandó Seguridad Pública”, recibió como respuesta.
Claro está, Zeta nunca aclaró la situación del falsamente acusado en las páginas del semanario tijuanense.
Por ello, un grupo de amigos expresamos nuestro desacuerdo en una carta que firmamos y enviamos a las redacciones de varios diarios de la región, particularmente a Frontera, donde fue publicada.
Todo esto me dejó entonces una sensación de falsedad en los postulados blancornelistas.
Constantemente le instruía a sus discípulos que “Es mejor perder la nota, que perder credibilidad”.
Reconozco el legado de Blanco Ornelas a la historia de la entidad.
Pero tampoco puedo aceptar las versiones de Zeta a rajatabla.
Años atrás, Blanco Ornelas prefirió cerrarle las puertas a la verdad, a cambio de ocultar su falla.
Creo que esta es una buena oportunidad de limpiar la imagen de mi amigo, ahora que el periodista ya no puede responder.
Yo, por mi parte, prefiero perder el acercamiento de algunos reporteros, que la amistad del ex empleado de la Academia de Policía.

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