Friday, November 03, 2006

¿Nuestra gran IMSStitución?

Desde el 5 de agosto de 1971, la mujer sufría los terribles dolores que el trabajo de parto le causaban.
Como toda asalariada, gozaba de las prestaciones sociales que la Constitución garantizan (cuando menos en papel) al pueblo mexicano.
Acudió, inocentemente, a la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social, a fin de dar a luz a su primer hijo.
Realizó el trámite burocrático correspondiente con el objetivo de recibir la atención médica necesaria.
Grande fue su sorpresa cuando el doctor le dio largas a su petición para poder convertirse en madre por vez primera.
Dos días tuvo que sufrir los dolores sin que el médico tuviera corazón y se apiadara de ella.
El día 7, finalmente, empezaron a trabajar en el parto.
La criatura, actualmente un escritor a quien usted lee en estos momentos, se estaba muriendo dentro del vientre materno.
La cesárea tuvo que hacer el milagro de salvarle la vida. A punto de la asfixia, el bebé fue colocado de inmediato en terapia y así poder salvarle la vida.
A los días, la madre fue dada de alta. Al día siguiente, el nuevo mexicalense hizo lo mismo, pero el daño estaba hecho: sus vías respiratorias estaban condenadas a ser víctimas cada otoño y primavera de las fuertes alergias de la región, como consecuencia del asma que padeció por un buen tramo de su niñez.
Casos como este se repiten día a día.
Por esto, me parece absurda la campaña publicitaria ‘Nuestra Gran IMSStitución’.
En ella aparecen familias mexicanas agradeciendo los servicios del instituto.
“Qué bueno que contamos con el IMSS”, aparecen exclamando en los costosos ‘spots’ televisivos, a través de los cuales se enaltecen los logros del actual y languidecente gobierno foxista.
No dudo que haya a quienes se les ha servido realmente, dándoles la oportunidad de salvar la vida o de mantenerse sanos.
Pero la gran mayoría de la población asalariada, que no cuenta con los recursos para recibir el servicio en instituciones privadas, está condenada a solamente acceder al IMSS y la vorágine de empleados públicos que cobran muy bien sus salarios sin devengarlos en la cruda realidad.
Hace algunos días me reencontré con una agradable persona, de quien tengo muy gratos recuerdos.
Supe que uno de sus familiares requiere un servicio especial para sobrevivir a un grave mal que le aqueja.
Los encargados de proporcionar la atención, al igual que la mujer mencionada al principio de esta columna, asignaron fechas para dentro de algunos meses.
Tuvo que mover cielo, mar y tierra a fin de lograr su objetivo.
Me comentó hace poco: “las palancas se dan en la base”.
O sea, los burócratas sindicalizados del IMSS son quienes aceleran o no los trámites.
Algunos años atrás conocí a una de estas ‘facilitadoras’.
Altanera, cínica, malhablada, prepotente, la mujer entraba como ‘Pedro por su casa’ en las reuniones de mi entonces familia política.
El marido, por el estilo.
Eso sí, cada invierno exigía su regalo de Navidad. Sin olvidar su cumpleaños y en ocasiones los del resto de sus familiares.
En las fiestas, acudía puntualmente y solicitaba desde su asiento a quienes había ‘facilitado’ los servicios que le llevaran bebida y comida.
La realidad norteamericana es distinta, aunque también cuenta con sus prietitos en el arroz.
Las instituciones médicas son privadas o comunitarias. El sector salud oficial carece de hospitales, salvo los militares o de veteranos, donde se da servicio a los elementos actuales y retirados de las fuerzas armadas y sus parientes.
Las instituciones de la comunidad son subsidiadas, en parte, por las autoridades de los municipios, o forman parte del complejo de prácticas de universidades.
Las leyes federales y la jurisprudencia en este sentido, obligan a los nosocomios estadounidenses a otorgar el servicio de emergencia a quien lo requiera, sin importar si cuenta con un seguro médico (público o privado) o carece de éste.
La seguridad médica pública es pagada a través de los impuestos de los contribuyentes para destinarla a quienes más lo requieren por carecer de recursos.El gobierno federal de los Estados Unidos carece de la infraestructura hospitalaria al estilo del IMSS. Claro está, tampoco cuenta con la facultad para hacer campañas publicitarias como la del instituto mexicano, afortunadamente, para no caer en una ridiculez alejadísima de la realidad de sus asegurados.

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