Thursday, April 12, 2007

Los Chilangos de América

¿Recuerda aquella famosa frase de ‘Haz Patria, mata un chilango’?
La expresión cundió entre varios rincones del País y vio su clímax tras el terremoto de septiembre de 1985 en el Distrito Federal, que mató a decenas de miles de personas y que obligó a muchas familias a abandonar la capital azteca para alejarse de una nueva amenaza de la madre naturaleza.
Los capitalinos empezaron a llegar a todas las ciudades de México, a donde llevaron sus costumbres y su clásico tonito cantado, tan odiado por el resto de los que vivimos en lo que ellos llaman ‘la provincia’.
(De hecho, los Romanos llamaron provincias a los territorios y naciones que fueron conquistando para ampliar su imperio).
Su actitud ante las cosas y, sobre todo, por lo presumidos que se escuchaban al destacar los beneficios de la gran urbe azteca, provocaba en el resto de los mexicanos la encolerización total.
Que si las calles era mejores, que La Condesa, que los centros comerciales, que los parques, que el clima. En fin, poseían una enorme lista de motivos por los cuales nosotros, los ‘provincianos’, les parecíamos inferiores.
De ahí que todo mundo se cuestionara el porqué no se regresaban a su amada ciudad.
Por muchas décadas, la capital mexicana se vio beneficiada con una enorme cantidad de subsidios en programas públicos, pagando un alto costo político: carecían de representación y de un gobierno propio. Eso hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, cuando arrancó la reforma del Distrito Federal.
Algo similar sobre el odio particular contra pobladores de cierta región ocurre en los Estados Unidos. Acá, los residentes de Washington, DC, no son el blanco de críticas en el resto del País ni el motivo de enconos regionales.
El equivalente americano a los chilangos mexicanos son los californianos.
Más en la región del Pacífico estadounidense, los californianos son causa de un odio terrible, principalmente por llevar algunas costumbres a estados como Oregon, Nevada y Arizona, así como por el contagio de iniciativas de ley que a los gobernantes vecinos les parece adecuado aplicar.
Recientemente, la Legislatura de Nevada aprobó una iniciativa de ley para prohibir el fumar dentro de restaurantes y bares, con la excepción de aquellos donde no se sirva alimento alguno.
La medida fue firmada por el Ejecutivo Estatal y acatada por los propietarios de este tipo de establecimientos. Claro es que los empresarios del giro restaurantero pegaron el grito en el cielo, pero no les quedó de otra más que ‘apechugar’.
En ocasiones, los ‘antreros’ cerraron sus cocinas; en otras, perdieron clientes adictos a los cigarrillos y puros.
Los culpables, por supuesto, son los californianos.
Hace tres décadas, los residentes de Oregon realizaron una campaña popular contra sus vecinos del sur, colocando en sus automóviles calcomanías con la leyenda: ‘Don’t Californicate Oregon’, con la cual le pedían a sus autoridades evitar la aplicación o análisis de leyes previamente adoptadas en el estado dorado.
El problema es que la emigración californiana en el oeste americano sigue una tendencia a la alza desde hace ya varios lustros.
De acuerdo a un estudio del Instituto Brookings, entre las ciudades principales que atraen a los emigrantes internos de Estados Unidos se encuentran Riverside, en California; Phoenix, en Arizona; y Las Vegas, en Nevada.
Por otro lado, las ciudades californianas que más expulsaron habitantes en los primeros cinco años de esta década son Los Angeles (con 676 mil personas), San Francisco (con 298 mil), San José (con 196 mil) y San Diego (96 mil).
¿A dónde van estos emigrantes californianos?
A estados como Arizona y Nevada, los cuales presentan un aumento poblacional de más del 200 por ciento entre los años 2000 y 2005. Les siguen Oregon, Idaho y Colorado, con entre el 100 y el 199 por ciento de aumento en el número de habitantes.
Esto ha llevado a que una ciudad como Las Vegas, su población hispana haya visto un alza del 44 por ciento y de la asiática en un 49 por ciento.
De hecho, el Censo del 2000 indicó que las ciudades de Phoenix y Las Vegas sean consideradas como las de mayor crecimiento hispano en el País.
El mismo análisis indica que casi 400 mil blancos hayan dejado las ciudades californianas para cambiar sus residencia a Phoenix y Las Vegas.
Por ejemplo, el estudio revela que el condado de Douglas, Colorado, es la sexta municipalidad con mayor crecimiento poblacional en este lustro con 38.2 por ciento, seguida por Lyon, Nevada, con 37.8 por ciento.
Uno de los problemas principales que acarrea este movimiento poblacional es la inflación en el sector de bienes raíces.
Al vender sus casas californianas a precios altísimos, los propietarios y vendedores de casas y predios en los estados vecinos saben que el poder de compra es mayor entre los nuevos residentes, elevando el costo de las viviendas, afectando la economía de los residentes locales.
El rechazo de los migrantes californianos por parte de sus vecinos es similar al que sufren los chilangos en México y, porque no decirlo, al que han padecido los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, donde son culpados por los altos gastos de los servicios públicos.
Una de cal.