Thursday, April 05, 2007

Reflexiones desde la cruz


En esta época del año, los católicos del mundo estamos obligados a reflexionar sobre los pecados que hemos cometido, así como la búsqueda del perdón por nuestras culpas.
Es tiempo de reconocer si merecemos que nos coloquen la correspondiente corona de espinas, recibir azotes y vernos crucificados en nuestras propias cruces.
Lejos de hacer un apropiado acto de contrición, hay quienes prefieren ver la paja en el ojo ajeno y lanzar duras críticas por medidas que, de ser católicos de verdad, no habría por qué emitirlas.
Por ejemplo, el caso de la despenalización del aborto, que tanto alboroto ha causado entre la sociedad mexicana.
El tema es motivo de arduas discusiones en la comunidad estadounidense, la cual ha visto desde hace décadas sin que hasta el momento los legrados hayan sido erradicados.
En una palabra, ha sido una lucha que si bien ha dividido familias, tampoco ha logrado detenerse.
Cual fariseos, los ultraderechistas que se dicen a sí mismos cristianos, se rasgan las vestiduras al exigir que esta práctica quede en los anales de la historia.
Nada más infructuoso.
Olvidan estos católicos de pacotilla una gran enseñanza de Jesús de Nazareth.
Estaba la torba a punto de linchar a María Magdalena, cuando llegó el Señor y, dirigiéndose a los presentes, les invitó: “quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”.
Todos, sabedores de sus propios pecados, arrojaron al suelo las piedras y se marcharon pensando en el exhorto de aquel hombre.
La Jerarquía Católica (que no la Iglesia, porque esa la formamos los fieles), ha convocado a manifestaciones públicas callejeras, las mismas que realizara Andrés Manuel López Obrador y que tanto criticaron, a fin de instar a los promotores de la despenalización del aborto para desistir en la medida.
Eso si, por timoratos o convenencieros, prefieren dar cobijo a organizaciones ridículas y aberrantes como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, las cuales a toda costa buscan ir en contra de los mismos principios de la Santa Iglesia Católica.
En pocas palabras, estos ‘clubes’ socio-religiosos, formados por personas con chequeras de muchas cifras, pretenden traer el Reino de Dios a la Tierra.
Él mismo se lo dijo a Poncio Pilatos cuando éste le cuestionó sobre su alcurnia real, motivo de su envío ante la justicia romana, sobre si era el Rey de los Judíos.
“Mi Reino no es de aquí”, con lo que se establece del principio celestial del origen divino de Dios, y no las barrabasadas de estas organizaciones pseudo-católicas.
Los jerarcas católicos, alcahuetes de las mismas por representar importantes sumas monetarias, prefieren lavarse las manos y hacer como que éstas no existen; sin embargo, representan un fuerte brazo derecho para sus fines personales.
Además, los dirigentes católicos olvidaron los mandamientos sexto y octavo.
Sacerdotes en el pasado cometieron actos impuros, sumamente impuros, al haber abusado de menores de edad, aprovechándose de la sotana que portaban.
En la mayoría de los casos, los obispos donde fueron detectados estos casos optaron por esconder a los acusados, fingiendo desconocer de su ubicación cuando fueron encontrados.
En lugar de enviarlos ante el ‘César’, prefirieron cometer el pecado de la mentira.
Un claro ejemplo fue el caso del Padre Joseph Cervantes, venido de la Diócesis de Phoenix y encontrado en la Iglesia de Santa María de Gracia luego de las acusaciones presentadas por la Procuraduría del Condado de Maricopa, Arizona.
El Obispo de Mexicali, José Isidro Guerrero Macías, dijo entonces que el sacerdote era acusado injustamente.
De igual forma, para limpiar su nombre, debió entregarlo a las autoridades. Pero no. Años después, el Padre ‘Joe’ fue localizado en la Iglesia de San José Obrero, curiosamente, a unos pasos de la cárcel municipal.
El entonces obispo de Phoenix aseguró haber enviado una misiva a su entonces colega cachanilla, José Ulises Macías Salcedo, hoy Arzobispo de Hermosillo, sobre la situación, cosa que el segundo negó rotundamente. Una cosa es cierta: uno de ellos mintió.
Otras diócesis se echan la culpa unas a otras por este tipo de infamas cometidas en el seno de sus parroquias: Los Angeles, San Diego y ahora hasta la de la Ciudad de México.
Para colmo de males, la Diócesis de San Diego se declaró en bancarrota a fin de evitar tener que erogar cientos de millones de dólares a quienes pretenden demandarla por varias decenas de casos de abuso sexual, algunos de ellos cometidos en el Valle Imperial.
Las autoridades católicas mejor debían pensar en el enorme daño que sus representantes le han causado a sus feligreses y, con la humildad del Hijo del Carpintero, reconocer las culpas y pedir perdón setenta veces siete.
Al mismo tiempo, debiera invitar a sus ultraconservadores miembros a mejor dar de comer al hambriento y de beber al sediento, no sólo literalmente, sino también a quienes ansían contar con un empleo bien pagado, y no lanzar a sus Lázaros las migajas que les sobran.Ya es hora de hacerles recordar lo del Becerro de Oro, cuando el mismo Jehová pidió a los Judíos no adorar otros dioses que no fuesen Él.

1 comment:

Marco Tulio Castro said...
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