
Hace varias semanas, el Senador Demócrata por Massachusetts, Edward ‘Ted’ Kennedy, se encontró en el ojo de la opinión pública por diversas razones.
Primero fue su apoyo a la candidatura de Barack Obama por la Presidencia de los Estados Unidos. Luego, por la detección de un tumor canceroso en el cerebro.
Mucho antes, en 1969, también fue protagonista del incidente Chappaquiddick, cuando conducía un vehículo al volver de una fiesta, en el que se accidentó y causó la muerte a un ex asistente de su hermano, John F. Kennedy, el cual no reportó sino hasta que el cuerpo fue encontrado sin vida.
El asunto orilló al Senado a suspenderlo de sus actividades legislativas por dos meses, tiempo en el que cumplió su condena carcelaria por el homicidio imprudencial del otrora funcionario del gobierno federal.
Esta misma semana, otro Ted cayó en el escándalo público.
De apellido Stevens y representante Republicano por Alaska, este legislador ha estado en el servicio público durante las últimas seis décadas.
En la Segunda Guerra Mundial, participó como piloto de la Fuerza Aérea, donde logró varias condecoraciones por sus actos heroicos.
Tras volver del conflicto armado, obtuvo su doctorado en Derecho por la Escuela de Harvard. Fue abogado litigante, funcionario del gobierno del Presidente Dwight Eisenhower y Líder de la Cámara de Representantes del Estado de Alaska.
En 1968 fue nombrado senador federal sustituto. Dos años después y desde entonces, ha resultado electo y reelecto para el puesto.
Por ser un legislador veterano, Ted Stevens logró llegar a la Vicepresidencia de la Cámara Alta, la cual por ley encabeza el Vicepresidente de los Estados Unidos. Además, ha lidereado el Comité de Comercio, Ciencias y Transporte del Senado y ha sido Co-Presidente del poderosísimo Comité de Asignaciones para la Defensa, el cual reparte fondos federales para diversos proyectos de la milicia americana.
En esta posición fue que Stevens, presuntamente, se hizo de unos 250 mil dólares en vehículos de lujo y bienes para su residencia de parte de la empresa petrolera, VECO, y del presidente de la misma, Bill Allen.
Los regalos no son ilegales, pero sí lo es el haberlos ocultado en sus declaraciones patrimoniales. De acuerdo al Subprocurador federal Interino de la División Criminal, Matthew Friedrich, el poderoso legislador otorgó durante ocho años a la corporación importantes apoyos gubernamentales a cambio de los presentes.
Por supuesto, el Senador Stevens se declaró inocente de las acusaciones.
“Me entristece saber de estos cargos que se han presentado en mi contra. Nunca, a sabiendas, he dado a conocer falso testimonio que se me ha solicitado por ley como senador”, dijo en un comunicado.
El longevo legislador depuso sus asignaciones senatoriales, mas no a su cargo, al señalar que buscará probar su inocencia de los cargos en su contra.
En los últimos años, la procuraduría federal ha realizado una verdadera limpia en la política de Alaska, la cual ha alcanzado a Thomas Anderson, ex Presidente de la Cámara de Representantes; Peter Kott, también ex Presidente de la Cámara Baja del estado; Victor Kohring, ex Representante Estatal; James Clark, ex Jefe de Gabinete del ex Gobernador Frank Murkowski; y William Bobrick, cabildero estatal.
Todos fueron acusados y sentenciados a varios años de prisión por corrupción, extorsión, fraude y conspiración para cometer estos crímenes políticos.
En mayo del 2007, el mismo Allen y el ex Vicepresidente de Comunicaciones de VECO, Richard Smith, se declararon culpables por haber dado unos 400 mil dólares en pagos para funcionarios públicos del estado de Alaska.
Este dinero no era gratuito, pues los representantes populares daban a cambio una serie de prerrogativas y concesiones al corporativo.
Las acusaciones presentadas contra los legisladores Republicanos no pueden decirse ataques políticos, pues las investigaciones se han realizado en el periodo de George W. Bush en la presidencia, e iniciaron en tiempos del Procurador, Alberto Gonzales y han continuado con Michael Mukasey.
En el Senado Mexicano no hay un solo legislador llamado Ted. Pero muy seguramente hay cuando menos un par que en el pasaro cometieron tropelías peores que las del Senador por Alaska y hoy andan muy campantes por la calle, con dinero y poder en los bolsillos.
Me pregunto si algún día podremos ver a un fiscal mexicano metiendo a la cárcel a senadores, diputados federales y estatales, gobernadores, regidores, alcaldes, quienes hayan cometido un solo acto de corrupción.
Estoy seguro de que los lectores estarán pensando que las cárceles se llenarían con tanto representante criminal.
Desafortunadamente, algunos senadores por conveniencia política del régimen y otros por complacencia del mismo, prácticamente tienen asegurado el pellejo.
Lástima.
Primero fue su apoyo a la candidatura de Barack Obama por la Presidencia de los Estados Unidos. Luego, por la detección de un tumor canceroso en el cerebro.
Mucho antes, en 1969, también fue protagonista del incidente Chappaquiddick, cuando conducía un vehículo al volver de una fiesta, en el que se accidentó y causó la muerte a un ex asistente de su hermano, John F. Kennedy, el cual no reportó sino hasta que el cuerpo fue encontrado sin vida.
El asunto orilló al Senado a suspenderlo de sus actividades legislativas por dos meses, tiempo en el que cumplió su condena carcelaria por el homicidio imprudencial del otrora funcionario del gobierno federal.
Esta misma semana, otro Ted cayó en el escándalo público.
De apellido Stevens y representante Republicano por Alaska, este legislador ha estado en el servicio público durante las últimas seis décadas.
En la Segunda Guerra Mundial, participó como piloto de la Fuerza Aérea, donde logró varias condecoraciones por sus actos heroicos.
Tras volver del conflicto armado, obtuvo su doctorado en Derecho por la Escuela de Harvard. Fue abogado litigante, funcionario del gobierno del Presidente Dwight Eisenhower y Líder de la Cámara de Representantes del Estado de Alaska.
En 1968 fue nombrado senador federal sustituto. Dos años después y desde entonces, ha resultado electo y reelecto para el puesto.
Por ser un legislador veterano, Ted Stevens logró llegar a la Vicepresidencia de la Cámara Alta, la cual por ley encabeza el Vicepresidente de los Estados Unidos. Además, ha lidereado el Comité de Comercio, Ciencias y Transporte del Senado y ha sido Co-Presidente del poderosísimo Comité de Asignaciones para la Defensa, el cual reparte fondos federales para diversos proyectos de la milicia americana.
En esta posición fue que Stevens, presuntamente, se hizo de unos 250 mil dólares en vehículos de lujo y bienes para su residencia de parte de la empresa petrolera, VECO, y del presidente de la misma, Bill Allen.
Los regalos no son ilegales, pero sí lo es el haberlos ocultado en sus declaraciones patrimoniales. De acuerdo al Subprocurador federal Interino de la División Criminal, Matthew Friedrich, el poderoso legislador otorgó durante ocho años a la corporación importantes apoyos gubernamentales a cambio de los presentes.
Por supuesto, el Senador Stevens se declaró inocente de las acusaciones.
“Me entristece saber de estos cargos que se han presentado en mi contra. Nunca, a sabiendas, he dado a conocer falso testimonio que se me ha solicitado por ley como senador”, dijo en un comunicado.
El longevo legislador depuso sus asignaciones senatoriales, mas no a su cargo, al señalar que buscará probar su inocencia de los cargos en su contra.
En los últimos años, la procuraduría federal ha realizado una verdadera limpia en la política de Alaska, la cual ha alcanzado a Thomas Anderson, ex Presidente de la Cámara de Representantes; Peter Kott, también ex Presidente de la Cámara Baja del estado; Victor Kohring, ex Representante Estatal; James Clark, ex Jefe de Gabinete del ex Gobernador Frank Murkowski; y William Bobrick, cabildero estatal.
Todos fueron acusados y sentenciados a varios años de prisión por corrupción, extorsión, fraude y conspiración para cometer estos crímenes políticos.
En mayo del 2007, el mismo Allen y el ex Vicepresidente de Comunicaciones de VECO, Richard Smith, se declararon culpables por haber dado unos 400 mil dólares en pagos para funcionarios públicos del estado de Alaska.
Este dinero no era gratuito, pues los representantes populares daban a cambio una serie de prerrogativas y concesiones al corporativo.
Las acusaciones presentadas contra los legisladores Republicanos no pueden decirse ataques políticos, pues las investigaciones se han realizado en el periodo de George W. Bush en la presidencia, e iniciaron en tiempos del Procurador, Alberto Gonzales y han continuado con Michael Mukasey.
En el Senado Mexicano no hay un solo legislador llamado Ted. Pero muy seguramente hay cuando menos un par que en el pasaro cometieron tropelías peores que las del Senador por Alaska y hoy andan muy campantes por la calle, con dinero y poder en los bolsillos.
Me pregunto si algún día podremos ver a un fiscal mexicano metiendo a la cárcel a senadores, diputados federales y estatales, gobernadores, regidores, alcaldes, quienes hayan cometido un solo acto de corrupción.
Estoy seguro de que los lectores estarán pensando que las cárceles se llenarían con tanto representante criminal.
Desafortunadamente, algunos senadores por conveniencia política del régimen y otros por complacencia del mismo, prácticamente tienen asegurado el pellejo.
Lástima.